miércoles, 30 de octubre de 2013

Mi mundo en mil pedazos.

 Aún recuerdo aquel día en el que todo mi mundo se rompió en mil pedazos. Él era mi mundo, lo completaba. Sus brazos rodeándome; el lugar más seguro de la Tierra. Sus labios; más tiernos y dulces que cualquier fruta. Su pelo; ese al que a él le encantaba que le acariciase, despeinándole. Su sonrisa;  aquella que, con sólo mirar, me decía que todo iría bien. Éramos dos pájaros libres que volaban sin temor a la lluvia, los truenos o las nubes. Llevábamos siendo novios seis maravillosos años. Teníamos peleas, pero siempre volvíamos a reconciliarnos. Nos queríamos con locura. Un amor de cuento, con el que todas hemos soñado de pequeñas. La princesa estaba triste y sola en la torre, llevaba esperando mucho tiempo y ningún príncipe venía en su caballo blanco a rescatarla. Ésta se cansó de esperar y se fue sentando, lentamente, en el filo de su ventana. Aquella por la que estuvo mirando mil amaneceres, a la espera de un nuevo día. Ella decía que una vida sin amor no era vida, así que, olvidándose de todo, se tiró pero, en el último segundo, no cayó al suelo sino en los brazos de un apuesto príncipe, montado en moto, que la salvó. La salvó de sus miedos, inquietudes, desilusiones, protegiéndola del mundo. Éste era mi cuento. Todo era perfecto. Una mágica noche, fuimos a cenar a mi restaurante preferido. Mi chico pidió una cena especial y yo no sabía la razón. La música era cálida y acogedora. Cuando terminamos de cenar, él se levantó y me apartó la silla. Le di un beso, vi que se tropezó y cayó al suelo. Fui a ayudarle y, de pronto, estaba de rodillas, sacando una cajita con un anillo dentro, a la vez que me pedía ser su esposa. Le dije que sí y todo el restaurante se puso a aplaudir. Los siguientes años en los que empezamos a vivir juntos, fueron estupendos. Empezamos a organizar y a preparar la boda. Nos fuimos estresando, alguna que otra pelea, enfados, pero todo terminaba con un beso. Excepto una noche. No recuerdo bien la pelea, aunque fue bastante fuerte. Era de noche y  se marchó de casa realmente enfadado. Cogió su moto y yo le pedía, entre lágrimas, que no se fuera. Se fue. Estuve en casa desesperada, llorando. Pasaba las horas en vela, sin saber nada de él. Llamaba a su móvil, nadie respondía. Me fui a la cama a intentar descansar, aunque era imposible. Miré el reloj y eran las tres de la mañana. Conseguí cerrar los ojos y dormir unos minutos. De pronto, los abrí y mi corazón empezó a latir muy fuerte. Me desperté asustada y con lágrimas en los ojos. Algo estaba ocurriendo. Me puse a andar por la casa y me llamaron al móvil. Era su número, al fin. Volví a respirar. Lo cogí y empecé a hacer preguntas, pero la voz que sonaba al otro lado de la línea era de otro hombre. Estuvimos hablando unos minutos. Me congelé. El móvil se me cayó de las manos, no respiré, no reaccioné. Me tiré al suelo y afloraron de mí unas lágrimas que nunca hubiera creído que saldrían por ese motivo. Un increíble motivo. Él ya no estaba en este mundo. No estaba. Tuvo un accidente con un coche en su moto. Salió disparado y murió en el acto. El aire no entraba ni salía de mí. Me quedé en un rincón. Pasaron los días, las semanas. Me daba miedo salir a la calle. Ver cosas que me recordaran a él, que era básicamente todo. Dejé todas las cosas de la casa tal y como se quedaron. No me importaba el desorden. Hasta que llegó una tarde que decidí salir. El aire fresco me acarició. Los pájaros cantaban, felices. Todo el mundo lo parecía. Irónico. Empecé a caminar. Le hice una promesa: “Nunca te olvidaré. Viviré por ti todo lo que nos quedó por vivir”. Aún recuerdo aquel día en el que todo mi mundo se rompió en mil pedazos. 


jueves, 24 de octubre de 2013

Almas solidarias.

 No sé qué hacer hoy. Son las seis y media de la tarde y no tengo ningún plan. Me siento en el sofá y enciendo la tele. Paso los canales, sin detenerme en ninguno. Toda la información que dan son sobre cosas tristes: terremotos, pobreza, crisis, personas que se quedan sin  casa, paro, llantos. ¿Qué está pasando con nuestro mundo hoy día? Últimamente escasean los programas donde dan buenas noticias, los que son solidarios, donde te ríes o lloras de la emoción, por las personas tan humanitarias que existen. Esos son los que realmente merece la pena ver. Decido apagar la tele. Me quedo pensativa. Se me pasan unas cuantas ideas por la cabeza. Sonrío. Me levanto de un salto y me dirijo a mi habitación. Abro el armario y empiezo a sacar ropa que ya no me pongo o que se ha quedado vieja y las meto en una bolsa grande. Después cojo mis libros preferidos, los adentro en mi mochila y, por último, cojo un poco de dinero para tomar algo. Me abrigo. Me pongo un gorrito, una bufanda y salgo de la casa con un entusiasmo que hace tiempo que no sentía. Tengo varios destinos. Primero camino hacia la casa de mi mejor amigo. Él lleva la ropa, la que la gente no quiere, tira o no usa, a lugares de pobreza. Es algo que admiro. Le doy la gran bolsa y me lo agradece de todo corazón. Salgo y me dirijo hacia la biblioteca. Ese lugar donde me encanta ir. Repleta de silencio, con un aire lleno de cultura, ganas de leer, saber y aprender. Allí entrego mis libros favoritos, no porque ya no quiera leerlos más o me hayan aburrido, al contrario. Quiero donarlos. Quiero que los demás jóvenes o adultos puedan disfrutar de su lectura y se emocionen tanto como yo lo hice. Me siento feliz. Ayudar a la gente es algo que me llena muchísimo. Me entra un poco de hambre y voy hacia una cafetería donde tienen el mejor café que he probado nunca. Mis pasos son tranquilos, sin prisas, disfrutando de mi alrededor y respirando hondo. Por el camino me paro y observo a una persona que canta de una manera espectacular y toca la guitarra. Le echo un par de monedas. Me mira y sonríe sinceramente. Prosigo mi camino. Sólo me quedan dos monedas, lo justo para mi café calentito y un dulce. Ya estoy a la vuelta de la esquina para llegar. ¡Qué frío! Me voy deteniendo lentamente. Observo a un pobre anciano que está sentado en el suelo. Sólo tiene puesto una camisa rota y un pantalón. Está acompañado de un perro, el cual está muy delgado. Esa persona no pide dinero pero tiene algunas monedas a su alrededor. Noto que lleva mucho tiempo allí, pero no le doy el dinero. Entro en la cafetería y me pido un vaso de leche grande y un pastel, de esos que te dejan con la barriga llena. Pago, salgo con estas dos cosas en la mano y me dirijo hacia aquel hombre y su perro. Le dejo el vaso y el pastel en el suelo, a su lado. Ambos me miran extrañados. “¿Qué está haciendo esta chica? ¿Estará envenenado como para que me lo dé a mí?” Se preguntaría. Lo único que le digo es “No se preocupe, cómaselo, es uno de mis preferidos”. Le sonrío y me voy. Cuando estoy a unos pasos más lejos, me doy la vuelta y observo que los dos están probando delicadamente aquel alimento que, para nosotros, es algo normal y a veces no apreciamos su sabor, pero para él es algo maravilloso. Veo que me mira desde la distancia y, aunque no me diga nada, me agradece con sus ojos lo que su corazón siente. Le devuelvo mi mejor sonrisa y sigo mi marcha. Aunque siga teniendo hambre, irradio felicidad. “¿Por qué?” Os preguntaréis. Es simple. Porque si no nos ayudamos los unos a los otros, ¿quién más lo hará?


martes, 22 de octubre de 2013

Las afiladas garras del amor.

 ¿Qué es el amor? ¿Alguien lo sabe o lo ha sentido realmente? Es algo muy complejo. Puede que sea  una simple palabra, pero está repleta de mil sentimientos diferentes. Ni un simple diccionario sabría definirla realmente. Es algo que no se explica, se siente. Puede que te llegue en el momento menos esperado, con la persona que menos te imaginabas o puede que ese amor se haya conseguido después de una larga trayectoria luchando y esforzándote por tener a esa persona especial a tu lado, esa que hace que no puedas dormir, que te saque una sonrisa con la cosa más mínima, esa con la que necesitas hablar y estar en todo momento para sentirte completo. Una simple mirada, un abrazo, una palabra, un beso, una llamada. Cualquier pequeño gesto recibido de esa persona hace que tengas una sonrisa permanente durante todo el día. Pero no todo lo maravilloso dura eternamente. Igual que todo lo que sube, baja, todo lo que empieza, tiene un final. Ese romántico comienzo puede ocurrir a cualquier edad y, ese triste final, cuando menos te lo esperas. Dentro de muchas parejas, uno quiere más que el otro. Puede que esa magia se acabe y que ya no la sienta una de las dos. Es aún más doloroso si la persona a la que han dejado, todavía está enamorada de la otra. Por triste que sea, si ese amor ya no es sentido y se fue, aunque nos dejemos la piel en ello, no volverá. Es típico que, cuando estás con alguien que amas, les digas a todos que el mundo es perfecto, que jamás se podría ser más feliz y que, cuando esa relación se termina, les digas que no tengan pareja, que no merece la pena, que es mejor estar solo, pero la vida da mil vueltas. Siempre te tendrá preparada una sorpresa, a una persona. Por  mucho que nos neguemos, siempre volveremos a caer en las afiladas garras del  amor.




martes, 15 de octubre de 2013

Nada es fácil.

 Nada es fácil pero ¿hay algo que verdaderamente lo sea? La vida es una montaña rusa. Cuando todo parece que va bien aparecen las cuestas, los giros, las subidas y bajadas. Hay constantes obstáculos en tu camino. A veces, no sabes cuál es su fin y te estorban, pero llega un día en el que lo comprendes todo. La vida es una ecuación matemática infinita pero, con un poco de ayuda, conseguirás resolverla, sin importar el tiempo que tardes. Siempre hay que tener un sueño, una ilusión que te motive para levantarte cada día y, si es posible, con una sonrisa. Hay situaciones o personas que te la intentarán robar del rostro, pero debes renovarla  porque no hay nada más bonito, gratis y simple. La felicidad y las ganas de luchar son imprescindibles para sobrevivir en este océano lleno de oleaje, preparado para hundir tu barco en cualquier momento. Hay amistades o amores difíciles, a distancia, despedidas, llantos, mentiras, muertes. Pero también hay relaciones que duran toda la vida, reconciliaciones, risas sinceras, sentimientos profundos, vida. Debes mirar el lado bueno de las cosas e ignorar el resto. Es muy fácil decirlo pero no hacerlo, lo sé. Aún así, debes luchar por lo que quieres, nunca te rindas, elimina de tu vida a aquellos que intentan hacerte daño, supera tus pequeños miedos y consigue tus grandes logros. Porque nada es fácil, pero todo merece la pena. 

Nunca te detengas.

 Me encuentro en mi habitación. Un delicado piano suena a través de los pequeños altavoces, llenando aquel espacio tan grande de tranquilidad y armonía. Me ayuda a relajarme y a pensar con claridad. Estoy sentada, con el punto de mira en un papel en blanco y un lápiz, haciéndole compañía. Juntos han creado bellas historias que han hecho emocionarse a pequeños y grandes lectores. Ahora intento crear una nueva. Las ideas fluyen en mi mente como pájaros veloces, pero no me da tiempo a atrapar ninguno. Pequeñas frases, cortas historias surgen en un instante y se desvanecen. De pronto, un pájaro de mi cabeza se posa en un árbol y empieza a cantar. Lo contemplo cuidadosamente, para evitar que se asuste y eche a volar. Ya lo tengo. La inspiración reaparece como si hubiera estado ocultándose, pero nunca se hubiera ido. Cojo el lápiz y veo que, en aquel papel solitario, se van uniendo cada vez más palabras, reflejando lo que mi cabeza piensa a toda velocidad, orgullosa por el gran final que será escrito en minutos. Ya acabé. Releo y analizo las palabras. Cada una me transmite algo diferente y eso es lo que quiero. Me levanto de aquella silla y salgo por la puerta. Me dirijo al lugar donde se encuentra mi superior. Las dudas por el camino de si aquella historia será buena, si será una tontería o se reirán por lo que he escrito, me empiezan a invadir. Me paro y doy un paso atrás. No sé qué hacer. Vuelvo a leerla despacio, en contraste con el exterior que está en continuo movimiento. Respiro y le hago caso a mi intuición. Sólo me dice “adelante”. Avanzo, llego y entro al edificio. Ya estamos mi jefe y yo sentados. Él lee mientras yo le observo. Tras varios e interminables minutos, las siguientes palabras que salieron de su boca se me quedarán grabadas para siempre: “Enhorabuena, esta historia es fascinante, la mejor que he leído hasta ahora. Siga así, superándose a sí misma”. Salgo de allí rápido, deseando gritar y dar saltos de alegría. 

 Cuando tengas una idea, muéstrala. No te avergüences de expresar o tener miedo a lo que piensen los demás. Coge a ese pájaro, enséñale a cantar y déjalo libre. Porque una pequeña idea puede hacer que tu vida avance a pasos agigantados. 


viernes, 11 de octubre de 2013

Crea tu propia historia.

 Son las nueve de la noche, ya está oscuro. Paso la página de mi libro favorito, leo con rapidez y paso a la siguiente. Devoro las palabras como si cada una de ellas fuera la última. Llego al final de aquella historia tan maravillosa, un final que no me esperaba, sorprendente, de los que te dejan con ganas de más. En los libros siempre ocurre una contradicción: No queremos terminarlos porque no continuarán pero, a la vez, es imposible parar esas ganas de leer y saber cómo acaba. Cierro el libro, lo dejo en la cama, me levanto de un salto e intento peinar este pelo rebelde. Después, cojo mi reproductor de música con los auriculares y salgo a la calle. Respiro hondo y sonrío. Soy feliz. No me ha ocurrido nada en especial, simplemente, lo soy.  Hoy en día, las personas alegres y sonrientes están en peligro de extinción. Aunque las cosas nos vayan mal, no puedes acostarte sin haber sonreído una sola vez en todo el día. Empiezo mi camino sin ningún rumbo fijo, mientras voy tarareando y paseando al ritmo de las canciones que sólo yo puedo escuchar. Hoy hay bastante gente en las calles de la ciudad. La luna llena está preciosa, nos observa y sonríe, con su dulce rostro. Ilumina nuestro camino y hace que todo parezca especial. Observo. Me gusta imaginar la vida de las personas que encuentro a mi alrededor, por un instante. Algunas regresan del trabajo, serias y pensativas. Otras se van de fiesta, perfectamente arregladas y maquilladas. Aquellos de allí seguro que no se ven desde hace mucho tiempo, se están dando uno de esos abrazos ahogadores que te dejan sin respiración. Por aquí viene un grupo de extranjeros, mirando impresionados este increíble lugar, les sonrío y sigo andando. A mi derecha pasan una pareja de ancianos enamorados, cogidos de la mano y, con la otra, sujetan sus viejos bastones. Desprenden tal juventud y energía que me hacen sonreír. Me gustaría estar así a su edad. Puede que muchos también se imaginen mi vida al verme pasar. Me paro en seco. Pienso. ¿Sabes lo que voy a hacer? Voy a crear mi propia historia. 

miércoles, 9 de octubre de 2013

Pequeños seres, grandes sentimientos.

 Me gustaría dedicar este espacio a las mascotas. Hay tanta diversidad de mascotas, como dueños. Cada uno tiene su personalidad y, dependiendo cómo sea, elegirá un tipo de animal u otro. Aquí hablaré, en especial, sobre los perros. Son esos animales que, ya sean grandes o pequeños, de raza o callejeros, te dan todo el cariño que necesitas sin pedir nada a cambio. Sólo quieren un hogar y personas que los cuiden y los quieran. Cuando estás sólo, nunca te abandonan. Te dan esa compañía especial que nadie más te da. Por mucho que los eches, siempre vuelven. No son como nosotros, no guardan ningún rencor, no juzgan, no critican. Quieren pasar todos los días a tu lado. Tienen muchos momentos graciosos como, por ejemplo, hacer que tiras la pelota pero no, se vuelven locos buscándola y van a por ti, que se queden dormidos encima tuya, escuchando los latidos de tu corazón o que te pongan carita de pena cuando estás comiendo, les dices que no y al final le das un trozo sin que tus padres te vean. Cada momento con ellos se queda en el recuerdo para siempre. Una cosa en la que son iguales a los humanos es que, por desgracia, algún día tienen que morir. Muchas personas no tienen mascotas porque se les coge un cariño especial y, después, desaparecen. Pero es el ciclo de la vida, no podemos hacer nada. Aunque para muchos, los sentimientos que te proporciona un perro a lo que te da una persona no sea lo mismo, para mí lo es. Para mí, un perro es una persona más. En los peores casos, hay animales que sufren mil crueldades de sus dueños: los abandonan a su suerte, porque se han hecho grandes, se han cansado de ellos o ya no sean tan bonitos como de pequeños. Son envenenados por personas que no tienen ni cabeza ni corazón. Son maltratados con piedras o cuerdas por hacer cosas de perros. Hay animales que se comportan como humanos y humanos que se comportan como animales. Por eso, antes de comprar o adoptar a un perro, piensa antes en todo lo que supone y, si estás preparado para las mil aventuras que pasaréis juntos, adelante. 


martes, 8 de octubre de 2013

Mi abuelo Matías.

 Estoy esperando en un incómodo asiento de un lugar que a nadie le gusta visitar. Estoy sola. Mis padres tuvieron un accidente de coche, ocurrió un día de diluvio. Ahora tengo diecinueve años, aquel día tan sólo seis. En ese tiempo no entendía lo que pasaba. Empecé a vivir con mi abuelo Matías desde entonces. Dejé de ver a mis padres y de estar con ellos cada día, pero no sabía por qué. Nadie me explicaba nada. Cómo explicarle a una niña que sus padres están en el cielo y no los volverá a ver. Mi querido abuelo me dijo que estaban de viaje, así que dejé de preguntar y pasamos los años más felices que recuerdo. Con el tiempo veía que a las demás niñas de mi colegio las recogían sus padres, que las charlas sobre los amores adolescentes, entre padres e hijos, yo las tenía con mi abuelo. Empecé a intuir lo que pasaba, pero me daba miedo creerlo y saber la verdad. Con doce años la supe. Me costó algunos años superarlo pero, gracias a mi Matías, lo conseguí. Ya estaba más viejecito. Corría y jugaba conmigo menos, pero tenía la suficiente fuerza como para darme unos abrazos que dejaban su perfume en mi ropa y unos besos que me dejaban sorda. 

 Ahora estoy esperando en un hospital, en un día triste y gris, mirando el reloj que hay colgado en una pared. Parece que se burla de mí, como si las agujas no se moviesen y el tiempo no avanzase. Mi abuelo está en quirófano, rodeado de cirujanos que le están operando de una enfermedad del corazón. Yo sé que saldrá de allí, con la misma energía que siempre ha tenido. Lo sé.  

 No me gusta este ambiente. Personas llorando, heridas, sangre, camillas que pasan rápidamente, olor a guantes de plástico, a hospital. Llevo esperando seis interminables horas. Algunos médicos, que pasan veloces, me miran con gesto preocupado. No quiero ponerme nerviosa. No puedo evitarlo. Ya lo estoy. Le pregunto a una enfermera y me dice que la operación se ha complicado. No quiero llorar. Me sale una lágrima, seguida de todas las demás. Al final caigo rendida en el asiento y me quedo dormida. 

 Alguien me llama y abro los ojos. Miro a una enfermera, que me coge suavemente la mano, y miro el reloj. Llevo diez horas en aquel hospital. La enfermera me mira cálidamente. No quiero temerme lo peor. No, por favor. Tras un largo minuto de silencio, la una al lado de la otra, me aprieta la mano y veo que saca una pequeña sonrisa de su rostro. Mi abuelo Matías ha superado su dura y larga operación con éxito, como un valiente. Le doy uno de esos abrazos especiales a la enfermera y veo que mi abuelo sale en una camilla. Me pongo a su lado, me dedica la sonrisa más preciosa del mundo y me coge la mano con esa fuerza que siempre tuvo. Sabía que mi abuelo era un luchador y nada podría vencerlo. Lo sabía.



domingo, 6 de octubre de 2013

Olvida tus miedos.

 Todas las personas tenemos miedo a algo. Los niños pequeños tienen miedo a los monstruos que hay en el armario, debajo de su cama, a que el Coco les coma por la noche si no se duermen, o a acostarse tarde el día de reyes, que no les traigan regalos y encontrarse carbón por la mañana. Los adolescentes tienen miedo a los constantes cambios que se producen en su camino, al amor o al futuro. Los adultos tienen miedo a no tener suficiente dinero para cuidar a su familia, a las facturas, a quedarse sin trabajo y a miles, y duras, responsabilidades. Los ancianos o abuelos tienen miedo por si no han vivido la vida que tenían pensada, a echar la vista atrás y no haber cumplido su lista de objetivos, a no ver crecer a sus nietos, a quedarse solos o a abandonar este mundo el día menos esperado.  Incluso las personas que parecen ser las más fuertes exteriormente, las que nada ni nadie pueden con ellas, son también las más débiles. Crean su propio escudo contra este mundo que es, a la misma vez, nuestro mejor amigo y nuestro peor enemigo, porque hace que todo parezca de lo más fácil y maravilloso, pero luego nos ataca por la espalda. A pesar de todo esto, es mejor olvidar tus miedos y dejar de pensar en “¿y si lo hago que pasará? ¿Qué pensará? ¿Qué dirá? ¿Y si...?” Es mejor arrepentirse de lo que se hace que de lo que no se hizo, porque si no nunca sabrás qué hubiera ocurrido.  

Llegar a la meta.

  La vida nos pone obstáculos en el camino para que nosotros los superemos y logremos descubrir qué es lo que somos capaces de hacer por llegar a la meta.


El pasado ya no se puede cambiar. El futuro está aún por llegar.

    El pasado ya no se puede cambiar, hayas hecho cosas buenas o de las que te arrepientes, lo hecho, hecho está. A veces suceden cosas que no comprendemos y pensamos en las soluciones que podrían tener en el futuro, pero es imposible saber lo que va a pasar en él. Aún este mundo no ha avanzado tanto como para saberlo. No vale la pena gastar energía pensando en lo que pasará ni dentro de un mes, semanas, días u horas, porque puede ocurrir cualquier cosa. Sólo te tienes que preocupar únicamente cuando en ese día y a esa hora vayas a dar un paso adelante, a tomar la iniciativa y a acabar con lo que te atormenta, para encontrar una respuesta. Así que no pienses en el futuro. Aprovecha, soluciona y disfruta el presente.

sábado, 5 de octubre de 2013

La música está en cualquier parte.

 Una delicada melodía sonaba dentro de mí. Sólo yo podía escuchar aquel ritmo, perfectamente estudiado, para crearnos mil sensaciones diferentes. La música siempre está presente en todos los momentos de tu vida, aunque no seas consciente de ello. Está contigo cuando quieres estar sólo o acompañado. Está contigo cuando estás triste, regalándole a tus oídos las canciones más hermosas del mundo. Está y estará contigo siempre que la necesites. Si vas en un bus, sabes al instante quién va escuchando música y quién no. Lo sabes por pequeños detalles como, por ejemplo, un suave movimiento de cabeza, del pie, una sonrisa, por los recuerdos que le trae aquella vieja canción, o porque lleve auriculares. No hay nada mejor que aislarse del mundo por un momento y que tu única compañera sea la música, invitándote a disfrutar y a bailar con ella y, de vez en cuando, te sorprende con alguna canción que tenías olvidada, devolviéndole a tu memoria el momento vivido con aquella canción. Tienes la suerte de poder disfrutarla en conciertos, en la radio, los afortunados, a través de sus bonitas voces o en la calle. Gente que no tiene en su vida más que un instrumento creando, en aquel triste lugar, una dulce melodía, dedicada a esos espectadores pasajeros que andan apresurados, poniéndoles unos minutos de color a sus vidas, hasta que se alejan y ya no escuchan tan bellos sonidos, tocados cuidadosamente con sus dedos. Porque, realmente, un mundo sin música, no es un mundo completo.


Compañeros de aventuras.

 Este texto va dirigido a esas personas con las que compartes tus secretos, tus vivencias y miles de risas. Los amigos. Son aquellos que conoces desde alguna determinada fecha, por casualidad. Antes de conocerlos, los veías en algún lugar y nunca imaginarías, en aquel momento, lo importantes que llegarían a ser en tu futuro. Las amistades pueden ser de tu pueblo, de tu ciudad o de otra lejana. En esta última, te das cuenta del significado de ser amigos. Aunque no os veáis, siempre están dispuestos para ti, y tú para ellos, para darte consejos, apoyo y muchos  ánimos a través de las tecnologías. En estas, te fijas en ellos por la personalidad y, a pesar de la distancia, están contigo en cualquier minuto del día. La mayoría de la gente recuerda el inicio de esa gran amistad y ahí revives esas anécdotas inolvidables. Los momentos de risas, en los que os quedabais sin respiración y os caían escurridizas lágrimas por las mejillas. Los momentos tristes y difíciles, donde te dabas cuenta en quién podías confiar y quiénes eran tus verdaderos amigos, estando a tu lado siempre. Algunas personas se van pero, si lo hicieron, fue porque no eran tan buenos amigos como pensábamos. Por suerte, cuando menos te lo esperas, siempre entran en tu vida nuevas personas a las que, sin saber cómo, se les coge un cariño especial y ves que, con sólo mirarles, se quedarán contigo, haciéndose un enorme hueco en tu pequeño corazón. No importa en qué momento de tu vida lleguen sino que la amistad, entre estos compañeros de aventuras y tú, tenga la misma energía y fuerza como el primer día.


viernes, 4 de octubre de 2013

Un arrebato de valentía.

 Aquella noche era distinta a las demás. Había en el ambiente una mezcla de nervios, amor, euforia y una mente ruidosa, como tren que pasa por su vía a toda velocidad, al mismo ritmo que iba su corazón. Él había decidido escribirle una carta con su nombre y firma puesta en aquel papel, (ya que años atrás se había estado escondiendo tras el anonimato), a la mujer más hermosa que jamás había visto. Eran amigos desde el colegio, revelándose todos los secretos, ayudándose y estando el uno con el otro, en los momentos más duros. Era diferente a las demás chicas. Tan elegante y con un paso tan firme, que le llamó la atención al instante. Para él, ella no podía ser de este mundo, era como un arcoiris en medio de un cielo grisáceo. Echó a un lado los miedos, cogió, con la valentía que nunca tuvo, su mejor pluma y un papel a punto de ser escrito. Dejó reflejado en aquel simple papel, todos sus sentimientos al descubierto. Salió de su casa, dirigiéndose al buzón de la persona que amó en secreto desde el primer día. En cuanto echara ese sobre en su buzón, toda su vida cambiaría, daría un giro y, si tuviera suerte, su amor sería correspondido. Dos calles. Giro a la izquierda. Perros ladrando en la oscuridad. Una calle. Se encuentra enfrente de su casa. Coge el sobre y, de pronto, ve que ella se asoma a la ventana y le está sonriendo. Vuelven los miedos a perderla, los mismos temores del pasado. Se guarda velozmente la carta en el bolsillo de su viejo chaquetón y le devuelve la sonrisa pero, en el fondo, llena de tristeza. La saluda con una mano temblorosa y se marcha sin más. No mira atrás. Se siente roto y arrugado, como la carta que escribió minutos antes y que, ahora, se encuentra en una sucia papelera. Camina solitario, bajo la luz de las farolas, esperando tener en el futuro otro arrebato de valentía.


Héroes ocultos.

 Quiero hacer un reconocimiento a todas aquellas personas que, día tras día, luchan por salir adelante. Personas normales y corrientes, que trabajan diariamente para llevar dinero a casa y sacar a su familia hacia delante y, aún así, no reciben premio alguno o el mérito que se merecen. Tienen mil dificultades y tropiezos en su pedregoso camino, pero jamás se rinden. Por muy duro que sea todo, para ellos, ver a los de su alrededor felices, llevando una vida que muchos desearían (no una lujosa, sino una vida completa), les llena de orgullo y felicidad. Simples palabras como "gracias por todo lo que haces por nosotros" o "te quiero", son el combustible que los empujan cada día. Por eso mismo, yo los llamo "héroes ocultos", porque van disfrazados de personas normales. Son cada persona que ves por la calle, corriendo porque llega tarde, estresada, trabajando, no teniendo tiempo ni para comer o para dormir las horas necesarias. Todo con un fin; mejorar el entorno y la vida de sus seres queridos. Dan su último aliento por una simple sonrisa. Con estas palabras no se cambia nada, pero nunca viene mal agradecer todo el esfuerzo que realizan los héroes ocultos, a nuestro alrededor. Porque vosotros hacéis que todo sea posible.

jueves, 3 de octubre de 2013

Las arrugas más bellas del mundo.

 Quiero dedicarles unas pequeñas palabras a las personas más grandes del mundo, los abuelos. Podría escribir un texto infinito sobre ellos, porque se merecen muchísimo. Son esas personas que siempre han estado contigo durante toda tu infancia, tanto en los buenos como en los malos momentos y, en estos últimos, era cuando más te apoyaban, estando a tu lado siempre, cuidándote. Tenían sus pequeños detalles como, por ejemplo, darte dinero a escondidas, decirte que no había nadie más bello que tú, llamarte con el nombre de todos los miembros de tu familia, menos el tuyo, darte sonoros besos en las mejillas y que todo lo que escribías o dibujabas era precioso (aunque fuera un garabato). Ellos hacían que las arrugas fueran la cosa más bella del mundo y, tras ellas, mil historias vividas y contadas a sus queridos nietos, haciéndote ver que nada ni nadie podría superarlos ni derrotarlos, pero la realidad era distinta. Hablo en pasado porque, por desgracia, ya no me quedan abuelos en este mundo que nos da mucho y, a la vez, nos quita. Por eso, a los afortunados que aún conserven a esas personas ejemplares, cuídenlas como lo han hecho con nosotros, durante su larga y dura vida.


Pasado, presente y futuro.

 Cuando pasamos por una mala racha, parece que la luz no va a llegar, nos ahogamos y queremos salir a respirar. Cuando pensamos que una cosa será así, sale de diferente manera, para bien o para mal. Esa es la gracia de la vida, la improvisación. Cuando el tiempo ha pasado, pensamos en cómo estábamos antes y sonreímos por cómo estamos ahora, porque es curioso ver cómo y de qué manera se han solucionado los problemas del pasado en el presente. Cuando por fin llega la calma y todo nos va a las mil maravillas, sentimos miedo por el momento en el que se equilibre la balanza de la buena y la mala suerte. Por eso mismo, hay que disfrutar y aprovechar al máximo cada momento de felicidad, para tener energías y estar preparados para lo que se nos presente.

El último adiós.

 Es muy duro pronunciar una corta y simple palabra: adiós. Es aún más dolorosa cuando sabes que, hagas lo que hagas, digas lo que digas o llores lo que llores, esa persona no volverá. No porque haya viajado a otro país o continente, sino porque lo ha hecho a otro mundo muy lejano al nuestro. Un viaje con demasiadas turbulencias, lluvias tras de sí y días grises. En esos momentos no ves ni un arcoiris, ni un simple rayo de sol y, ni mucho menos, una sonrisa. Como alguien me dijo alguna vez, nadie muere completamente mientras permanezca vivo en el recuerdo de una persona. Te arrepientes por no haberle dicho todo lo que le tenías que decir, por haber actuado de una manera y no de otra, por no haber sabido valorar cada momento a su lado. Mil cosas del pasado que ya no tienen solución en el futuro. Por lo cual, debes darles a todas las personas la gran importancia que se merecen. Porque nunca sabemos cuándo será el último adiós. Por eso o, por lo tanto, diré: hasta pronto.



Siempre volveremos a ser niños.

  Hoy he estado en un lugar que me trae muchos recuerdos. Aquel donde los niños juegan, corren, ríen o lloran porque se han caído, mientras sus madres los observan, participan con ellos en juegos o les regañan por subirse a un columpio demasiado alto, aunque sonríen porque en el fondo son lo que son, niños. Aquella dulce y pequeña inocencia en cada uno de ellos. Yo ya pasé esa maravillosa etapa. Ha habido en mi vida mil momentos diferentes y, a la vez, inolvidables. Cada uno con sus sonrisas o sus llantos, pero siempre rodeada de la mejor compañía. Ahora estoy sentada en un viejo banco, escuchando una dulce y cálida melodía a través de auriculares, reflexionando sobre la vida, mi vida. Deseando volver a esa inocente edad que se muestra ante mí y me hace sonreír. En cambio, la vida nunca se detiene y siempre nos prepara un día nuevo e improvisado. Observo a personas de todas las edades: niños, padres y parejas de ancianos que, tras tantos años juntos, nunca pierden ese espíritu joven y aventurero que llevan dentro. Lo más importante de todo, no es la edad que tengamos ni la etapa en la que nos encontremos, sino todo lo que hemos vivido y lo que nos queda por vivir. Hoy he estado en un lugar donde siempre volveremos a ser niños.


El comienzo.

    Todo empezó con los comentarios de texto de lengua que, según mi profesora, yo escribía muy bien y tenía capacidad para ello. Después, dando consejos a personas que necesitaban mi ayuda y, a partir de ahí, dándome cuenta de que con unas simples palabras he estado ayudando, tanto a los demás como a mí misma. He descubierto que me gusta escribir y, según dicen, se me da bien. Es este pequeño blog, os mostraré mis pensamientos, mis frases, mis historias y mis palabras, ninguna es copiada. Mi propósito es que te sientas identificado, que te guste y te haga reflexionar o recordar. Bienvenidos a mi mundo. 

Algo sobre mí.

      Soy nueva en el mundillo bloguero y nunca pensé que lo haría, pero me han animado a hacerlo y aquí estoy. Me presentaré y describiré un poco, para los que no me conozcáis. Me llamo Alba y tengo dieciocho años, viviéndolos desde siempre en un acogedor pueblo de Granada. Soy una niña optimista, que siempre ve el lado bueno de las cosas e intenta hacer que los de su alrededor también lo vean. Pocas veces me verás llorar porque, afortunadamente, todo me ha ido demasiado bien, más de lo que hubiera creído. Por lo tanto, siempre llevo una sonrisa dibujada en el rostro y se las hago dibujar a los demás con cualquier tontería. Soy una observadora de los pequeños detalles que nadie ve, capturándolos con una cámara o con mi memoria. Me encanta bailar sin sentido, cantar y volverme loca. Además de jugar a la play, me gusta mucho adentrarme en los libros y vivir mil romances y aventuras sin moverme de mi sitio. Adoro el deporte y sentirme bien conmigo misma. Siempre saco un pie por encima de la sábana, aunque haga frío. No necesito más que una sonrisa, música y buena compañía para ser feliz. Estos y otros pequeños e insignificantes detalles hacen que cada uno seamos diferentes y únicos. Espero que os guste mi blog J