jueves, 5 de diciembre de 2013

Cuidado con lo que deseas.

 Me encuentro en la oficina, ya he adelantado todo el trabajo que tenía acumulado y no hay nada más que hacer. Asoma lentamente su cabeza por mi cubículo mi compañera de enfrente, Marta, con una sonrisa en la cara y me quedo extrañada. De pronto, me pone delante una magdalena con una pequeña vela encendida y un regalo, envuelto en papel de colores. ¡Se ha acordado de que hoy es mi cumpleaños! Es un encanto. Por lo visto, es la única que lo ha hecho. Son las 13:45, llevo aquí toda la mañana y no he recibido ninguna felicitación, ni de mi familia ni de mis amigos, sólo de Marta. Pienso un deseo... Desearía que mi vida fuera como una novela de misterio. Soplo la vela. Mi compañera me mira y me dice “cuidado con lo que deseas”. Me sorprendo, es como si me hubiera leído el pensamiento. Abro el papel de regalo delicadamente, pero ella me grita con entusiasmo que lo rompa, así que me río y lo rompo por la mitad. ¡No me lo puedo creer! Es el libro que llevaba tiempo queriendo comprarme, pero nunca encontraba el momento. Se titula “El muñeco de nieve” de Nesbo Jo. Es una novela de intriga y misterio, las cuáles me encantan. Tengo en mi casa una enorme estantería repleta de libros de ese tipo. Qué bien me conoce. Me levanto y le doy un fuerte abrazo. Ya son las 14:00. Recojo mis cosas, más animada, y salgo con ella de la oficina. Charlamos sin parar, nos montamos en el ascensor, cotilleamos sobre los chicos de allí y nos reímos. Cuando salimos del edificio, nos despedimos, ella gira hacia la izquierda y yo hacia la derecha. Camino, leyendo la primera página del libro. Cuando la termino, lo meto en mi bolso. Incluso con la primera frase ya me tiene intrigada. Ando sumida en mis pensamientos, pero siento algo raro. Giro lentamente la cabeza, pero no hay nadie. Creía que alguien me estaba siguiendo. Me río. Me adentro demasiado en las novelas y, después, mi imaginación me juega malas pasadas. Sigo mi camino y, de pronto, alguien me tapa los ojos con una venda, me quita el bolso y me ata las manos. Todo sucede en un segundo. ¿Qué está ocurriendo? Empiezo a gritar, pero me tapa la boca con otra venda, así que nadie me oye. No puedo correr, ni ver, ni hablar. No puedo hacer nada. Siento que me lleva, andando, por unos callejones. Las lágrimas salen de mis ojos, pero ese trapo me las retiene y no pueden liberarse tampoco. Es inútil gritar así que, aunque estoy más que horrorizada, me callo y agudizo el oído. Todo está en silencio, no pasan coches, me lleva a un paso muy rápido e intento no tropezarme. Nos paramos, escucho que se abre la puerta de un coche y me mete dentro. No consigo mantener el equilibrio y caigo tumbada, en el asiento, de lado. El coche se pone en marcha. Quién diría que esto me ocurriría a mí. Yo quería ser la detective que resolviera el caso, no la chica secuestrada. Sigo llorando y me acuerdo de mi familia. Resulta increíble que me enfadara con ellos por no haberse acordado de mi cumpleaños. Ahora me da todo igual, quiero verles. No se escucha a nadie hablar, sólo mis sollozos. No sé exactamente el tiempo que ha pasado. El coche se detiene, alguien se baja de él y me saca de allí. Intento reconocer algún olor, algún sonido, pero nada. Me parece que se abre la puerta de un edificio. Me lleva dentro y me sienta en una silla. Tengo miedo. Me quita la venda de la boca, por fin. Una voz de hombre dice “silencio”. Estoy cansada, no tengo fuerzas para gritar más. Tengo el trapo de los ojos mojado por las lágrimas. Esto es horrible. De repente, me quita el pañuelo de las manos. Me froto las muñecas. Y, en un segundo, me quita la venda de los ojos. Me quedo alucinada. Veo que en un cartel hay escrito: Eres la protagonista de tu propia novela de misterio. Aunque ya no tenga nada que me sujete, me quedo inmóvil. Toda mi familia y amigos salen, de pronto, detrás de los sofás, puertas y muebles. Empiezo a llorar y a reírme. No sé cómo sentirme. Le pego en el brazo a mi secuestrador, mi primo. Observo que está mi amiga Marta, también cómplice. Todos se reúnen a mi alrededor y yo en medio, haciendo un abrazo común. Les odio, pero les adoro. La próxima vez tendré más cuidado con lo que desee porque, en un segundo, se puede hacer realidad.

2 comentarios:

  1. Hola. Corrige fritar. Saludos buen relato, corto y sin palabras dificiles. :D

    ResponderEliminar
  2. Hola, muchas gracias, no me di cuenta. Me alegra mucho que te guste. ¡Un saludo! :)

    ResponderEliminar