jueves, 27 de febrero de 2014

Hoy hace un año.

 El tiempo pasa y pasa el tiempo. Crecemos y maduramos, un poquito, y lo hacemos sin darnos cuenta. Cuando te paras a pensar, y piensas de verdad, también te das cuenta de que hay personas que se han ido y no queremos, o podemos, aceptar la realidad. Esa cruda realidad que te roba a tus seres queridos y se los lleva consigo pero, un sentimiento tan profundo por ellos, jamás podrá ser robado por nadie ni por nada.

 Hoy hace un año desde que dejaste este mundo de aquí abajo, para subir al de allá arriba. Un año desde que no estás, pero te siento. No huelo tu perfume, pero lo recuerdo. No te veo en persona, pero sí en mis sueños. No te beso a ti, pero sí a nuestras fotos. No viviré más momentos contigo pero, los que pasamos, jamás serán olvidados. No veré más tu sonrisa, pero sí reiré por ti. No te tengo a mi lado, pero siempre te llevo en mi corazón. Contigo aprendí tantas cosas, que ahora soy quien soy gracias a ti, porque siempre has estado y estarás conmigo.

 Hoy hace un año desde que te fuiste. ¿Cuánto ha durado para mí todo ese año? No han sido trescientos sesenta y cinco días. No han sido ocho mil setecientas sesenta horas, ni quinientos veinticinco mil seiscientos minutos. Las semanas no han tenido siete días ni los meses treinta o treinta y uno. Los días no tenían nombre. El reloj no marcaba nada. Sin ti muy pocas cosas han tenido sentido. Sin ti, la vida es un poquito más triste y amarga pero, con tu recuerdo, consigue endulzarse. Sin ti, este año ha durado una eternidad y, a la vez, todo ha pasado en un abrir y cerrar de ojos. Sin que nos demos cuenta, el tiempo pasa y pasa el tiempo.

 Siempre te veo brillar por las noches más que ninguna y me ayudas a saber dónde estás. 
Te quiso, te quiere y te querrá siempre, tu nieta. 
 Que descanses, estrella mía.


martes, 25 de febrero de 2014

Capítulo 26: El descubrimiento de un don.

 Eran las ocho y media cuando Lili se fue a su casa para prepararse y venirse con sus padres, un poco más tarde, a cenar. Se despidieron con un pequeño beso y yo me despedí de José. Hugo y yo fuimos a casa con Bruno, el cual ya cerró la panadería y nos llevó en coche. Cuando entramos, fuimos preparando la mesa los cuatro. Hugo les fue contando cómo había ido el día en el parque. Les dijo que era la primera vez que se había acercado tanta gente para escucharle y que había recibido muchas más propinas. Añadió que, sin Lili y sin mí, la canción no hubiera sonado igual. De pronto, llamaron al timbre y nos sobresaltamos, ya que sonaba un poco fuerte. Llegaron Paola, Fran, Matt y Lili.
    -¡Hola a todos! Caray, que frío. Dejadme los abrigos, ya los cuelgo yo en el perchero. –Dijo Bruno, aunque yo me puse a su lado para ayudarle a coger algún abrigo-. Gracias Nathalie. –Me susurró.
    - Sentaos todos, por favor. La comida está recién hecha y bien calentita. Espero que os guste. Siempre le pongo una pizca de cariño a la cena, pero esta noche más. –Añadió, una sonriente, Emma.
   -¡Qué bien huele! –Fueron diciendo cada uno, cuando iban entrando en el comedor.
  Nuestros padres se sentaron unos en frente de otros, Lili y Hugo juntos y Matt y yo al lado. Aquella cena fue perfecta. Cada mirada, cada gesto y cada palabra tenían algo especial.
    -¿Sabéis qué? –Dijo Hugo-. He estado reservándomelo para este momento. Emma, esta tarde he descubierto el don de Nathalie. –Me quedé sorprendida, no sabía de qué hablaba. Todos me miraron, preguntando cuál era. 
    -¿Emparejar a las personas? -Le pregunté, bajando la voz y sacando la lengua. Él sonrió, porque sabía que no me esperaría su respuesta.
    -¡Nathalie sabe cantar de una manera especialmente conmovedora! 
    -No digas tonterías, Hugo... –Dije, un poco extrañada.
    -Me gustaría escucharte un poco, querida, si no te importa. Ya hemos terminado de cenar y podemos esperar para tomar el postre. –Dijo Emma, con una mezcla de intriga y curiosidad. Al oír esto, Hugo salió corriendo a por su guitarra, para repetir el momento de hoy.
    -Me da mucha vergüenza cantar aquí. –Les dije, un poco cortada.
    -Está bien, no te obligaremos Nathalie. –Acudió a mi ayuda Bruno-. Vamos a tomar el postre. -Hugo volvió a dejar la guitarra en el salón y se sentó en la mesa. 

Después de un delicioso flan casero, nuestros padres se quedaron charlando en el comedor y nosotros cuatro, los pequeños de la casa, nos fuimos al salón. Cuando ya los adultos no nos podían escuchar, Matt me pidió, casi rogándome, que cantara. Le dije que no, pero Lili me convenció al decirme que ella también cantaría conmigo. Hugo y yo nos sentamos en el sofá y Lili y Matt, en el de enfrente. La canción empezó a sonar, de nuevo, y el momento tan bonito se volvió a repetir. Yo cantaba y me di cuenta de que Lili fue bajando su voz, para que se escuchase mejor la mía, pero esta vez no me dio vergüenza y no paré. Conforme iban pasando los segundos, pasé de cantar en un tono bajito a cantar a un tono un más elevado, al de la canción. Ella y Matt me miraban embobados. Cerré los ojos, como hizo Hugo, y me concentré en la melodía y en mi voz. Cuando la música paró, él y yo los abrimos, y vimos que Lili y Matt se levantaron para abrazarnos. Fue el mejor abrazo de todos, entre risas y alguna que otra lágrima, por parte de los más sensibles. Cuando ellos me empezaron a aplaudir a mí, aparecieron nuestros padres por la puerta, haciendo lo mismo. Me quedé alucinada, no sabía que nos habían estado escuchando. Paola y Emma también estaban un poco emocionadas. Se susurraron algo al oído, asintieron y Emma me dijo:
    -Querida, felicidades, mañana empiezo contigo las clases de canto.


Empezar de cero.

Y aunque su corazón estaba triste, sonrió después de mucho tiempo. La vida se lo agradeció, dándole la oportunidad de empezar de cero.



Su sonrisa.

Entonces lo miró y supo que, con su sonrisa, la alejaría de aquel mundo lleno de tristeza. 

viernes, 21 de febrero de 2014

Capítulo 25: Un arrebato de valentía.

    -Muchas gracias a todos por escucharnos y por vuestro tiempo. –Dijo Hugo a las personas de alrededor, las cuales se fueron yendo-. Gracias chicas, ha salido preciosa la canción.
    -En todas las veces que te he visto tocar la guitarra, esta es en la que has puesto más sentimiento y ternura. Me has encantado Hugo. –Le dijo Lili, poniendo su mano, con delicadeza, en la de él.
    -Gracias –respondió, mirándole a los ojos-, me he emocionado un poco porque me trae viejos recuerdos, ya que me la cantaba mi madre de pequeño, antes de dormir. Era mi momento preferido del día. No había gritos ni peleas en la casa, todos estaban dormidos. Sólo éramos mi madre y yo, acompañados por una dulce melodía y un beso en la frente. A veces echo de menos aquellos besos. –Dijo, mirando a la nada y recordándolo todo.
 De pronto, Lili le dio un tierno y lento beso en la frente. Ni él ni yo nos lo esperábamos. En los ojos de Hugo, volví a ver ese brillo especial pero, en ese momento, tenían una nueva fuerza y valentía. Lo supe. Sabía que aquel era el momento y que le iba a confesar su amor. Disimuladamente, le sonreí e hice un pequeño gesto de asentimiento, dándole mi apoyo.
    -Chicos, voy a ir a la fuente a beber agua, que tanto cantar me ha dejado la garganta seca. Ahora vuelvo. –Les dije, con una gran sonrisa.
 Me fui andando hasta la fuente, que estaba un poco más lejos del banco, pero los tenía justo en frente. Mientras bebía agua, levantaba la mirada hacia ellos. Estaban charlando y la mano de Lili seguía en la de él. Estaba atenta a todo pero, una niña pequeña, carraspeó insinuando que me apartara de la fuente para que pudiera beber. ¿Dónde podía esperar? Me senté en otro banco, al lado de un abuelito. Yo estaba muy concentrada y emocionada por la escena, sonriendo ampliamente.
    -¿Feliz? –Me dijo el abuelito.
    -Mucho. Mi mejor amigo le está confesando a una chica, de la que lleva dos años y medio enamorado, su amor por ella. Yo le he dado ese empujón que le faltaba para que se lo dijera. –Estaba tan contenta, que daba pequeños saltitos en el banco.
    -Estos jóvenes de hoy en día… -Dijo, entre risas-. ¿Así que estoy hablando con la celestina? Me llamo José, es un placer conocerte. ¿Y tú eres?
    -Efectivamente, soy la pequeña celestina Nathalie. Encantada. –Parecía un hombre muy simpático, de unos sesenta años.
    -A ver si adivino. –Echó un vistazo al parque-. ¿Son aquellos dos jóvenes, que se están dando un beso, tus amigos?
    -No… Aún no se han bes… -Antes de terminar la frase, los vi-. ¿Qué? ¿Ya? Pero si hace unas horas estuve hablando con él y estaba muy asustado. No me lo puedo creer. ¡Qué alegría, José! ¡Se están dando un beso! –Estaba tan ilusionada que le di un gran abrazo y se echó a reír.
    -Ay, pequeña, ojalá fueras mi celestina y me ayudaras a encontrar a una mujer para mí. Sé que ya soy viejo y todo mi encanto ya se perdió hace mucho tiempo, pero echo de menos ese sentimiento tan bonito. Siempre vengo a este parque para veros a vosotros, a la juventud, a las parejas, a los matrimonios y bebés. Echo de menos dejarle a alguien una rosa al lado, cada día al despertarse. Echo de menos un simple “buenos días” o un beso. Echo de menos tener a alguien a mi lado a quien cuidar, proteger y alegrar cada segundo. Pequeña, soy viejo, pero echo de menos el amor… Perdona que te aburra con mis cosas, que seguramente ni te interesen. Aunque  quiero que sepas que te acabo de conocer y ya me has caído muy bien. –Con cada palabra que decía, lo iba admirando un poco más. Tenía que ayudarle.
    -No te preocupes, José, te ayudaré a encontrar a una mujer. Mientras tanto, no hago gran cosa por las tardes así que, si quieres, vendré para acompañarte y charlamos, para que no te sientas tan solito. 
    -¿Eres así de amable con todas las personas que conoces? Gracias, pequeña Nathalie, eres un encanto. -Dijo, con una preciosa sonrisa.

 Cuando terminamos de charlar, vimos cómo venía una parejita hacia nosotros. Parecían dos niños pequeños, sonrientes y cogidos de la mano. Lili y Hugo. 


miércoles, 19 de febrero de 2014

Capítulo 24: Un amor entrañable.

 Mientras íbamos andando, camino a la panadería, le empecé a hablar sobre qué me había parecido Lili, para ver su reacción. Cada vez que pronunciaba su nombre, Hugo se ponía nervioso. No pude evitarlo y le pregunté:
    -¿De verdad no me vas a confesar que te gusta Lili? –Le dije, aunque ya sabía la respuesta.
    -De acuerdo. –Dijo, resignado-. No sé, me gusta un poco, mucho, demasiado. Sé que soy muy joven, pero puede que esté enamorado. No se lo digas a nadie. Me enamoré de ella el primer día que la vi en el bar... Ya te lo he dicho, ¿estás contenta? –Suspiró aunque, al decírmelo, noté que se había quitado un peso de encima.
    -Sí, estoy muy contenta. Aún así, ¿llevas dos años y medio enamorado de ella y todavía no se lo has dicho? ¿A qué esperas?
    -No sé, Nathalie, no me atrevo. Muchas veces he intentado decírselo, pero los temores a que se ría de mí, deje de hablarme o se vaya distanciando poco a poco, siempre me echan atrás. Estoy muy feliz al ser su mejor amigo aunque, lo que más deseo, es un beso suyo. Pero, ¿y si se lo dijera y me rechazara por ser de color? Sería una cicatriz que nunca se me cerraría.
    - Primero: ¿Vas a hacer como en las películas? ¿Vas a esperar a que regrese a Italia o tenga novio para confesarle tu amor? Siento mucho agobiarte, Hugo, pero debe ser demasiado duro tener un sentimiento tan fuerte guardado para ti, durante tanto tiempo. –Él asintió, mirando hacia ningún lugar-. Segundo: Aunque acabe de conocerla, sé que Lili es una chica magnífica, buena y comprensiva. Estoy segurísima de que a ella le da igual que seas blanco o de color, porque se fija en el interior y me has demostrado que el tuyo es de oro. Tercero: No te preocupes, tú me has ayudado en muchas cosas. Ahora me toca a mí ayudarte en esto. Puedes confiar en mí. –Le dije, sonriendo y poniéndole una mano en el hombro.

 Llegamos a la panadería y le contamos a Bruno cómo nos fue la mañana en la escuela de música con Emma. Después, Hugo le dijo que le acompañé a casa de Lili, para dar una clase, y la fantástica nota que saqué en la prueba. Por último, añadió que la familia de Paola iba a venir a cenar a casa. Con cada noticia, Bruno se iba quedando más sorprendido y más contento y, sin esperármelo, me dio un gran abrazo por todo lo que había hecho en el día. Es una persona más que encantadora.

 Por la tarde, mientras esperábamos a que fueran las nueve y saliera Bruno de la panadería, Hugo y yo estuvimos en el parque con la guitarra. Conseguí convencerlo de que llamara a Lili para que estuviera con nosotros, ya que ella no iba a hacer nada. Cuando llegó al parque, Bruno se puso un poco nervioso por si le contaba que él estaba enamorado, pero le tranquilicé, ya que algún día sería él el que se lo dijera y no yo. Estuvo tocando la guitarra sentado en el banco, en medio de nosotras dos. Me fijé en que Lili lo miraba de una manera muy tierna, sintiendo la música.
    -Hugo, ¿puedes tocar la canzone de A la nanita nana”? Per favore. –Le pidió Lili.
    -¡Esa canción también la conozco yo! Es preciosa. –Dije, entusiasmada-. Hace mucho tiempo que no la escucho. ¿Puedes tocarla Hugo?
    -Claro, yo también la conozco, aunque no sé si me saldrá perfecta.

 Se preparó, pensó unos segundos, cerró  los ojos y dejó que su corazón guiara a sus dedos, llenando el ambiente con una cálida y entrañable canción. Los ojos de Lili brillaban al mirarle. Ella y yo decidimos acompañarle cantando al unísono. Cada vez venían más personas a escucharnos. Después de dos minutos, cantando y tocando la guitarra, Hugo abrió los ojos y se quedó sorprendido al ver a tantísima gente alrededor. Todos empezaron a aplaudir y a echar monedas en su funda. ¿Era una lágrima lo que veía en sus ojos? Lili y yo también le aplaudimos y le dimos un fuerte abrazo.


martes, 18 de febrero de 2014

Capítulo 23: Una mente interesante.

 Cuando entramos en la casa, nos dirigimos a una habitación de estudio muy grande, con dos mesas y dos sillas en cada una. Lili y Hugo se sentaron juntos, Matt y yo en la otra. Él estaba encantado de tener a una compañera de mesa. Era muy hablador y simpático, me cayó de maravilla al segundo de conocerle. Era un poco más alto que yo, con los ojos azules, como su hermana, y el pelo castaño oscuro. Todas las personas que iba conociendo eran perfectas, tanto interiormente como exteriormente. Paola era la profesora más buena de todas. Me presenté y le hablé un poco sobre mis estudios, que eran demasiado básicos. No quiso saber mi edad, sólo me puso un examen escrito para hacerlo. Al principio me hizo un dictado, para ver si tenía faltas de ortografía, después, en otra actividad, tenía que dar mi opinión de un texto corto, definir algunas palabras y reflexionar un poco.  Cuando acabé, en una hora, Paola lo corrigió y me dijo:
    -Nathalie, ¿cuántos años tienes? –Me preguntó con cara de asombro.
    -¿Tan mal lo he hecho? He sido demasiado rápida, tendría que haberlo repasado más. –Respondí, un poco decepcionada. Al parecer no era tan fácil-. Pues tengo ocho años. Ya le dije que mis estudios eran muy básicos. –Paola se levantó de su mesa y me puso el examen en la mía.
    -¿Solamente ocho años? Nathalie, te he puesto un examen para personas de once años. ¡Has sacado un nueve y medio! –Los tres me miraron, asombrados. Yo también lo estaba-. Siempre he hecho esta misma prueba a todos mis alumnos el primer día. Incluso, siendo mayores que tú, suspendieron o sacaron una baja nota. Quiero decir, que tienes una capacidad fantástica para reflexionar y escribir. Enhorabuena, Nathalie. Tienes una mente muy interesante. –Los demás me aplaudieron y empecé a reír.
    -Recuerdo que yo saqué en esa prueba un poco más de un siete. –Dijo Hugo.
    -¡Yo un ocho! –Añadió Lili.
    -Yo… No me acuerdo. -Dijo, entre risas, Matt.
    -Tú un seis, Matti, el más bajo de todos. -Le recordó Paola-.  Nathalie va a ser una buena compañía para ti en los estudios, espero que venga más veces. -Me hizo un guiño.

 Estuvimos allí hasta las tres de la tarde. Nunca imaginé que me divertiría tanto en una clase. Había sido una clase de prueba y me hubiera encantado volver a repetir pero, seguramente, los padres de Hugo no podrían pagar clases privadas para dos niños, sería demasiado caro. Aún así, fue una experiencia muy buena. Al salir por la puerta, Hugo les dijo que esa noche estaban invitados a su casa para cenar con nosotros.

 La casa de Lili no estaba muy lejos de la panadería por lo que, Hugo y yo, fuimos andando para contarle las novedades a Bruno. 



Amor mortal.

 "¿Para qué vivir si ella no está?", se decía cada día. Sentado en el filo de un bordillo, decidió que aquel sería el último de su vida.


Premio EXCELENCIA



jaeltete.blogspot.com.es/, me ha nominado para el premio a la Excelencia, otorgado por un importante blog norteamericano, llamado Querida Kitty.

Comencé a escribir hace cuatro meses en mi blog y, que me hayan nominado, es una gran satisfacción y le doy mi más sincero agradecimiento. El mundo de la escritura se convirtió en un hobby para mí. Pasé de dar consejos largos y reflexivos, a escribir en mi propio blog. Nunca imaginé que tendría tanto éxito, por el gran número de visitas, los comentarios tan positivos que me escribís y el gran apoyo y ánimo que me dais. Un escritor, por muchos textos que escriba, no es nada si no tiene lectores, ya que son los protagonistas de todo esto. Quiero agradeceros a todos vosotros, mis lectores, por ayudarme a avanzar cada día en este mundo.

Este premio me gustaría entregárselo a los blogs que, al leerlos, me han emocionado, me han hecho pensar y me han puesto la piel de gallina. Estas personas deben realizar los siguientes pasos:

1. Incluir foto del premio
2. Mencionar el blog que se lo otorga
3. Entregar el Premio a 15 blogs.

Los nominados, por tener muchísimo talento y un gran futuro por delante, son:

Un millón de gracias por leer mis escritos.

viernes, 14 de febrero de 2014

Capítulo 22: Un momento de felicidad.

 Hugo y yo llegamos, entre risas, al parque y nos sentamos en un banco. Esperaba que sacara la guitarra de su funda para empezar a tocar, pero no lo hizo. Vi que buscaba a alguien con la mirada.
    -¿A quién estamos esperando? –Pregunté curiosa.
    -A una chica que te caerá genial. Se llama Liliana, pero le llamamos Lili. Te informo un poco, mientras la esperamos: Sus padres y ella eran de Italia, pero se mudaron a este pueblo. Hace dos años y medio, nos hicimos amigos de ellos en un bar, ya sabes cómo son de charlatanes mis padres. –Me dijo, entre risas-. Su padre Francesco, Fran, encontró un buen trabajo en una escuela, cerca de donde trabaja Emma. Paola, la madre, trabaja por las tardes en un gimnasio y, por las mañanas, nos da clases a Lili, a su hermano Matteo, Mat, de diez años, y a mí. Ella y yo tenemos la misma edad, once, y, en lugar de ir a un colegio, vamos a su casa a aprender lo mismo que todos los demás. Mis padres y ellos se pusieron de acuerdo en proporcionarnos una educación privada, más personal y cercana. Con tan buenos trabajos que tienen, son ricos, como habrás podido adivinar.

 ¿Gente nueva? ¡Eso era fantástico! Estaba deseando hacer nuevos amigos, aunque yo fuera la más pequeña de los cuatro. Hugo vio que a lo lejos llegaba Lili. Vi un brillo especial en sus ojos, observándola venir, y una sonrisa tonta.
    -Hugo, ¡que se te cae la baba! –Le dije, riéndome.
    -¿Qué? Ah, no… No digas tonterías. –Me respondió, poniéndose nervioso y dándome un pequeño empujón con la mano-. Esto… Te iba a decir algo. ¡Ah, ya me acuerdo! ¿Quieres venirte con nosotros? Puedes ir y hacer una clase de prueba, para ver si estás a gusto y para aprender divirtiéndote. Paola es una profesora estupenda, paciente y comprensiva. Estoy seguro que, tanto mis padres como ella, estarán encantados, de veras.
    -Si tú dices que a tus padres y a ella no les importará, voy. Caray, cada día que paso contigo, me invitas a un sitio nuevo. Te lo agradezco mucho. Bueno, ya me callo, que viene “Lili”. –Puse, en su nombre, un tono de complicidad, mirándole y dándole, disimuladamente, con el codo.
    -¡Hola! –Saludamos él y yo a la vez, sonriendo. Eso de hablar al unísono se estaba convirtiendo en una costumbre muy graciosa.
    -¡Ciao! Ups, quiero decir, ¡hola! A veces, hablo italiano sin darme cuenta.
 ¡Lili era guapísima! Tenía un pelo largo y negro, una sonrisa preciosa y unos ojos azules que, seguramente, cautivaban a Hugo.  
    -Soy Nathalie, la amiga de Hugo. ¡Encantada! –Me presenté, antes de que lo hiciera él por mí. Lili me dio dos besos y un abrazo.
    -Piacere conocerte. –Respondió ella. Se le veía extrovertida, simpática y graciosa.

 Caminamos los tres hasta la casa de Lili. Por el camino fuimos charlando animadamente.  
    -Lili habla italiano y español en la misma frase. Es encantadora. –Me susurró Hugo, aunque ella lo había escuchado y le sonrió, por lo que él se puso nervioso y tropezó con una pequeña piedra. Le sostuve, para que no se cayera, y nosotras nos reímos.
    -Nathalie, vienes alla mia casa con nosotros, ¿verdad? Es fantástico. Sé que tú y yo seremos muy buenas amigas. –Me dio otro fuerte abrazo.


¿Cuánto durarían estos momentos de felicidad? Deseaba que duraran eternamente. 

jueves, 13 de febrero de 2014

Capítulo 21: Los latidos de mi corazón.

 Después de veinticinco minutos, llegamos a aquel edificio. La fachada era preciosa, ya que estaba pintada con graffitis de notas musicales enormes, instrumentos, colores y mucha expresividad. Cuando Hugo y yo bajamos del coche, Bruno se fue directo a la panadería.
    -Hugo, ¡es más bonita de lo que me imaginaba!
    -Espera a ver el interior. –Me dijo con una enorme sonrisa.
 Caminamos por los pasillos. ¡Era gigantesca! Nunca pensé que este pueblo podría poseer algo tan hermoso. Había cuadros de músicos, frases profundas, imágenes y pinturas. El aire olía a arte. Giramos a la derecha, pasamos por delante de algunas puertas y nos detuvimos en una. Llamamos y entramos.
    -¡Hola Emma! –Saludamos ambos al unísono.
    -¿Pero a quién tenemos aquí? Si son mis dos personas favoritas. –Nos dio un enorme beso a cada uno.
    -He traído a Nathalie para que vea dónde trabajas y toque algún instrumento. ¡A lo mejor tenemos aquí a otra artista! – Le respondió Hugo, bastante emocionado, al igual que yo.
    -Me parece una idea buenísima. –Se puso de rodillas y me miró a los ojos-. Querida, mira a tu alrededor. En esta clase, hay instrumentos de cuerda y, en las otras dos puertas que hay en este pasillo, están los de viento y los de percusión. Detén tu mirada en cada uno de ellos y, si el corazón te late más rápido al fijarte en uno, ese será el tuyo. Mientras que eliges tu futuro instrumento, Hugo y yo seguiremos con las clases de guitarra. Aún le quedan unas cuantas cosas que aprender. –Le acarició el pelo, negro y con pequeños rizos. Los dos sonrieron.

 Tenía la piel de gallina. Era todo tan nuevo, que estaba un poco aturdida. En el orfanato, dimos todas las clases de instrumentos, pero nunca llegué a imaginar que tendría la oportunidad de tocarlos. Mientras escuchaba a Hugo tocar su guitarra, me dirigí al fondo de la clase, donde estaban los instrumentos de cuerda y me detuve, quieta y observando. Después, salí al pasillo y, en la sala de la derecha, estaban los de viento y, en la siguiente, los de percusión. Recordé que, por la noche, soñé que tocaba melodiosamente el piano, acompañada de Hugo con su guitarra. Juntos, nos hicimos famosos en el pueblo. Al despertar y venir aquí, tenía una emoción especial. 
 Me había fijado en todos y cada uno de los instrumentos. Volví, un poco decepcionada, a la sala donde estaban ellos y entré.
    -Emma, ¿qué significa cuando el corazón no me late más rápido al verlos detenidamente? –Vi que ella me miraba con una tierna expresión-. Eso es lo que tiene que sentir un verdadero artista pero, ¿yo no tengo ningún don musical, verdad? Estaba segura de que sí pero, los latidos de mi corazón, me han asegurado lo contrario.
    -No te preocupes, cielo. Aún es demasiado pronto para saberlo. Yo estoy segura de que tendrás miles de dones más, por pequeños o grandes que sean. –Me dijo Emma, tranquilizándome y dándome un abrazo-. Ven, ponte al lado de nosotros y observa esta pequeña clase que le doy a Hugo. Fíjate en los movimientos de los dedos, en las cuerdas pero, sobre todo, fíjate en lo que te hace sentir.

 La esperanza de hacerme famosa musicalmente, se había esfumado, pero no por ello estaba triste. La clase que le había dado, fue fantástica. Realmente, Hugo era maravilloso con la guitarra y más cuando estaba cerca de Emma. Después de dos horas allí, nos despedimos de ella. Nos montamos en el bus, charlando y dirigiéndonos al parque del pueblo.

 El día acaba de comenzar pero, al final de este, sucedería algo que nunca había esperado y que nadie se hubiera podido imaginar.


martes, 11 de febrero de 2014

El humano y el pájaro.

El humano soñaba con ser rico, poseer grandes terrenos y con un lujoso coche. El pájaro soñaba con ser libre y volar.  



La ceguera del amor.

Iban tan ciegos en el amor, que se estrellaron. 


Capítulo 20: Un magnífico detalle.

 Un rayo de sol atravesó la ventana, avisándome de que un nuevo y diferente día había comenzado. Abrí los ojos lentamente, con temor a que todo esto fuese un sueño pero, por suerte, no lo era. Me levanté y abrí la ventana. El aire puro y fresco me llenó los pulmones, respirándolo profundamente. Hacía un día magnífico. Los pájaros cantaban, los coches, a lo lejos, iban y venían y el sol transmitía un calor acogedor y perfecto. Me quedé así, apoyada en la ventana, unos minutos y, después, anduve por la casa buscando a alguien a quien darle mis buenos días. Por las escaleras, respiré el olor a dulces, café, tostadas y naranjas. En cuanto entré en la cocina, vi todo un manjar colocado en una mesa mediana. Hugo y Bruno me miraron sonrientes, mientras terminaban de preparar la mesa.
    -¡Buenos días a los dos! –Dije con una mezcla de sueño, hambre y alegría.
    -¡Buenos días, preciosa Nathalie! ¿Qué tal has dormido? Espero que bien y también espero que tengas mucha hambre, porque Hugo y yo hemos preparado todo esto para ti, aunque nosotros también te ayudaremos a terminarlo. –Me hizo un guiño y me empecé a reír. Era increíble la cantidad de energía que tenía Bruno por las mañanas. ¡No paraba de hablar! -Hugo se ha encargado de preparar los dulces y yo de la leche y el zumo de naranja.
 Nos sentamos los tres en la mesa de la cocina. Cuando ellos cogieron el primer dulce, yo hice lo mismo. Qué rico y qué buena pinta tenía todo. Empezamos a charlar.
    -¿Emma ya se fue a trabajar a la escuela de música? –Pregunté, ya que no la había visto.
    -Sí -respondió Hugo –, siempre sale muy temprano para organizar y prepararlo todo.
    -Hablando de salir temprano, ¿qué hora es? –Miró su reloj -. Caray, ¡ya son las diez! – Terminó de comer, se levantó de la mesa y empezó a quitar y a colocar las cosas en su sitio, mientras nosotros también terminamos y le ayudamos–. Nathalie, ya me ha dicho Hugo que hoy vais a ir a visitar a Emma. Me parece una idea estupenda. ¡Se llevará una sorpresa magnífica! En media hora salimos y, antes de irme a la panadería, os llevo hasta allí en el coche. ¿Os parece bien?
 Ambos asentimos con un enérgico “sí”. Ellos dos se quedaron en la cocina, mientras yo subí ágilmente las escaleras, para cambiarme de ropa. Entré en mi habitación y cogí la ropa de ayer, sucia y arrugada, como siempre. De pronto, me fijé en un detalle que, al levantarme, no me di cuenta. En la mesita  había un papel escrito, en el que ponía:

 “Querida Nathalie, antes de irme a trabajar, me he escapado un ratito y he ido a comprarte algo de ropa y unos zapatos, espero que no te importe. Con la ropa que llevabas puesta, me fijé en tu talla y en tu número de pie, así que estoy segura de que todo te quedará genial. Abre el armario y, todo lo que hay colgado en las perchas, es tuyo. La ropa de Hugo está colocada en los cajones, no te preocupes. En el zapatero del pasillo de abajo, están tus nuevos zapatos. ¡Espero que te guste lo que te he traído! Un beso, cielo”.  

 Me quedé más que alucinada, no me lo esperaba. Me dirigí rápidamente hacia el armario, que era bastante alto y ancho, y miré lo que había en las perchas. Esta vez, la boca y los ojos se me abrieron más que cuando entré en esta casa. Había seis perchas, seis conjuntos. Cada una tenía un pantalón y un jersey. En tres de ellas había tres chaquetones. Todo tenía un diseño y un tejido precioso. Escogí unos pantalones vaqueros, un jersey rojo y un chaquetón marrón. Me vestí todo lo rápido que pude y bajé a por los zapatos. Vi que Bruno y Hugo me miraban asombrados.
    -¡Qué guapa! –Dijeron ambos a la vez.
    -Muchas gracias. Emma es una mujer maravillosa, me lo ha comprado esta mañana antes de ir a trabajar. ¡Ropa y zapatos! Es alucinante. –Respondí eufórica, mientras abría el cajón del zapatero-. ¡Hay seis pares de zapatos también! –Empecé a dar pequeños saltitos y ellos se rieron. Cogí unas botas marrones y me peiné un poco con los dedos de las manos.
-Pues, señorito y señorita, si ya estáis preparados, podemos ir saliendo. –Dijo Bruno, abriéndonos la cancela de la casa y dejándonos pasar. 

 Hugo llevaba, a cuestas, su apreciada guitarra. Nos montamos en aquel coche tan grande y nos dirigimos, con gran entusiasmo, a la escuela de música de Emma.



lunes, 10 de febrero de 2014

Capítulo 19: No soy especial, sólo soy yo.

Ya estaba todo ordenado, limpio y colocado. Emma era de lo más charlatana, la adoraba. Nunca me podría cansar de escuchar sus vivencias del pasado, con su marido y Hugo. Este último apareció por la puerta de la habitación, con el pijama puesto, y se metió en su cama. Yo también me metí en la cama de al lado, separadas ambas por una amplia ventana, de madera oscura y elegante. Emma nos subió la manta hasta más arriba del cuello, abrigándonos, nos dio un beso en la frente y se marchó, apagando la luz y cerrando cuidadosamente la puerta. Pasaron unos minutos, cuando escuché:
    -Nathalie, ¿estás dormida? – Preguntó Hugo, entre susurros.
    -Sí. –Respondí, aunque al segundo me entró la risa.- No, no puedo dormir. Este día es tan alucinante… Han pasado miles de cosas y todo gracias a ti, desde que nos conocimos, no hace muchos días. –Noté, a través de la oscuridad, que sonrió pero no dijo nada-. Por cierto, en el momento en el que nos chocamos no me di cuenta pero, al verme, ¿cómo supiste mi nombre, si yo no te lo dije?
    -Verás, cuando te conocí, le hablé de ti a Bruno. Al hablarle sobre una niña pequeña, diferente y muy graciosa, supo enseguida a quién me refería y me dijo tu nombre. Has batido el récord en llegar al corazón de Bruno, más rápido que nadie, Nathalie. Muy pocas personas lo consiguen.
    -No sé por qué todas las personas dicen que soy especial, si sólo soy yo.
    -Aunque no te conozca apenas sé que, precisamente, lo que te hace especial, es ser tú misma. Es increíblemente alucinante que sólo tengas ocho años, de veras. Tú no te darás cuenta pero, los que te vemos desde fuera, sabiendo por todo lo que has pasado, decidido, razonado y realizado… Simplemente eres increíble, Nathalie.
 Me quedé muda. Para mí era algo normal lo que hice, una manera de sobrevivir pero, que me diga eso, hace que en mis ojos aparecieran unas silenciosas lágrimas de emoción. No estaba acostumbrada a que me elogiaran tanto y sólo hablasen de mí, por lo que, dándole mi más sincero agradecimiento, cambié de tema.
    -Por cierto, me he estado fijando en cada detalle de cada lugar por el que he pasado. ¿Por qué hay tantísimas cosas que hacen referencia a películas? Incluso en la panadería hay un reloj con forma de claqueta.
    -Yo también me quedé extrañado al principio - escuché que se rió-, e hice la misma pregunta. A lo mejor piensas que Emma de joven fue una actriz, porque realmente lo parece, pero resulta que todo es por Bruno. Él no fue actor, pero estaba enamorado del mundo del cine. Según me contó él, fue a una entrevista en Jesmond, donde un actor, no muy conocido pero que sabían que llegaría alto, aceptó acudir. Allí conoció a Emma, la cual acompañaba a una amiga, para que no fuera sola. Como ya te conté, fue amor a primera vista y en uno de sus aniversarios, no recuerdo bien cuál, Emma le regaló el reloj, con la fecha y año de su boda. –Me quedé en silencio, procesando toda la información-. Ella me ayuda con clases de guitarra, porque es realmente lo que me gusta, y así voy ganando algo de dinero. ¿Sabes Nathalie? Mañana iremos a su escuela de música, para ver si tienes algún don musical. ¡A lo mejor nos sorprendes!
    -Caray, su historia es de película, nunca mejor dicho. ¡Me parece una idea fantástica! Aunque te advierto que no soy muy buena con los instrumentos. Bueno, Hugo, ya sí me está entrando el sueño. Que descanses.
    -Mañana nos espera un día muy entretenido, ya verás. Buenas noches, Nathalie.
    -Buenas noches, Hugo.

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lunes, 3 de febrero de 2014

Capítulo 18: Una noche llena de recuerdos.

 La madre me llenó la bañera con agua bien calentita. Me dejó una camisa de manga larga, que me llegaba hasta las rodillas, y unos pantalones que me estaban bien. Me había dicho que al día siguiente iríamos a comprarme ropa, aunque no me gustaba que se gastasen dinero en mí. Me metí en la bañera y fui la niña más feliz del mundo. Recordé los días en los que me estuve lavando en los cuartos de baños de los bares o de los parkings. Era bastante duro ducharse sólo con el agua de un lavabo, pero al menos podía asearme. La bañera era otro mundo, me sentía totalmente renovada. Nunca me había sentido tan a gusto en mi propia piel. Después de quince minutos en la bañera, me llamó Emma para cenar. Me puse la ropa, me sequé el pelo rápidamente y bajé al salón. Por los pasillos me fui quedando embobada con el decorado. Todo estaba perfectamente calculado, colocado y diseñado. Ni en mis sueños hubiera podido ver una casa así.

 Cuando llegué al salón, Hugo estaba terminando de preparar la mesa, mientras Emma y Bruno echaban la comida en los platos. Me dijeron que me sentara, así que lo hice. Cuando todo estaba puesto en la mesa, se sentaron. Hugo se puso a mi lado y ellos dos delante de mí. Habían preparado pescado, con una pinta deliciosa. Cuando lo saboreé, lentamente, una magnífica sensación se produjo dentro de mi paladar. Adoré el pescado. Empezamos a comer mientras los escuchaba charlar, atentamente, sobre cómo había ido el día en la panadería, en la escuela de música, las ganancias y la familia hasta que, de pronto, me preguntaron a mí.
    -¿Te gusta el pescado, cielo? –Me preguntó Emma.
    -Es la comida más deliciosa que jamás he probado. Muchas gracias. Deberías ser cocinera, de veras. –Ella se rió, contenta por apreciar su comida.
    -Qué encantadora eres. Si no te importa que te pregunte, ¿qué has estado comiendo todo este tiempo?
Normalmente no me gustaba hablar sobre mi vida y mi pasado, pero estas personas son tan especiales que no me importaba.
    -Hace dos meses, tenía ahorrado diez euros. Muy poco a poco fui comprando la comida justa. Para que me llegara el dinero, hubo muchísimos días en los que no comí. Demasiados. Pedía vasos de agua en los bares del pueblo, para no gastar más dinero en botellas de agua. Aunque fue muy duro pasar hambre, nunca me ha gustado pedir limosna. Sería caer demasiado bajo. Algunos días sólo comía una o dos veces al día. Por eso, os doy gracias a todos por haberme invitado a cenar y a dormir.
    -Admiro, sinceramente, ese razonamiento tan maduro, Nathalie. Caray, creo que nunca podré imaginar cómo sería vivir en esa situación tan dura. –Respondió, con gesto preocupado, Emma.
    -Pues con Emma en casa, nunca te faltará comida. Habrá días en los que le pidas que no te dé más. –Dijo Bruno, riéndose de una manera muy graciosa.- Ella fue la que me ha hecho engordar un poco. En mis buenos tiempos, era el chico con el cuerpo más perfecto de todos y, ahora, estoy bien rellenito, aunque eso no importa. Siempre agradeceré aquel día en el que la conocí y entró en mi vida. – Me hizo un guiño, sonriéndole a su mujer y dándole un pequeño beso.
   -¿Y nunca te ha buscado la policía? ¿No llamaron las mujeres del orfanato para buscarte? –Me preguntó Hugo mirándome, lleno de curiosidad.
    -Sí. Cuando pasaron dos días, la policía ya estaba buscándome por el pueblo. No deseaba volver a aquel orfanato así que, cada vez que los veía, me escondía lo mejor posible. Así estuve durante un mes y me dieron por perdida. No sé por qué, pero creo que pensaron que si no encontraban a una niña pequeña durante tantos días, en aquel pequeño pueblo, nunca lo harían. Por suerte, dejaron de buscarme y, aunque continué escondiéndome, estaba un poco más tranquila. –Recordar aquellos momentos, en los que estaba tan asustada, habían hecho que se me hiciera un nudo en la garganta y ellos lo notaron.
    -Lo siento mucho, cariño. Dejemos este tema. Como veo que ya hemos terminado todos de cenar, estos dos hombretones quitarán la mesa mientras yo os preparo las camas para dormir. –Emma cambió de tema y se lo agradecí.

 Todos se levantaron y, aunque no me lo había pedido, fui a ayudarla a colocar las sábanas y mantas en las camas.