lunes, 3 de febrero de 2014

Capítulo 18: Una noche llena de recuerdos.

 La madre me llenó la bañera con agua bien calentita. Me dejó una camisa de manga larga, que me llegaba hasta las rodillas, y unos pantalones que me estaban bien. Me había dicho que al día siguiente iríamos a comprarme ropa, aunque no me gustaba que se gastasen dinero en mí. Me metí en la bañera y fui la niña más feliz del mundo. Recordé los días en los que me estuve lavando en los cuartos de baños de los bares o de los parkings. Era bastante duro ducharse sólo con el agua de un lavabo, pero al menos podía asearme. La bañera era otro mundo, me sentía totalmente renovada. Nunca me había sentido tan a gusto en mi propia piel. Después de quince minutos en la bañera, me llamó Emma para cenar. Me puse la ropa, me sequé el pelo rápidamente y bajé al salón. Por los pasillos me fui quedando embobada con el decorado. Todo estaba perfectamente calculado, colocado y diseñado. Ni en mis sueños hubiera podido ver una casa así.

 Cuando llegué al salón, Hugo estaba terminando de preparar la mesa, mientras Emma y Bruno echaban la comida en los platos. Me dijeron que me sentara, así que lo hice. Cuando todo estaba puesto en la mesa, se sentaron. Hugo se puso a mi lado y ellos dos delante de mí. Habían preparado pescado, con una pinta deliciosa. Cuando lo saboreé, lentamente, una magnífica sensación se produjo dentro de mi paladar. Adoré el pescado. Empezamos a comer mientras los escuchaba charlar, atentamente, sobre cómo había ido el día en la panadería, en la escuela de música, las ganancias y la familia hasta que, de pronto, me preguntaron a mí.
    -¿Te gusta el pescado, cielo? –Me preguntó Emma.
    -Es la comida más deliciosa que jamás he probado. Muchas gracias. Deberías ser cocinera, de veras. –Ella se rió, contenta por apreciar su comida.
    -Qué encantadora eres. Si no te importa que te pregunte, ¿qué has estado comiendo todo este tiempo?
Normalmente no me gustaba hablar sobre mi vida y mi pasado, pero estas personas son tan especiales que no me importaba.
    -Hace dos meses, tenía ahorrado diez euros. Muy poco a poco fui comprando la comida justa. Para que me llegara el dinero, hubo muchísimos días en los que no comí. Demasiados. Pedía vasos de agua en los bares del pueblo, para no gastar más dinero en botellas de agua. Aunque fue muy duro pasar hambre, nunca me ha gustado pedir limosna. Sería caer demasiado bajo. Algunos días sólo comía una o dos veces al día. Por eso, os doy gracias a todos por haberme invitado a cenar y a dormir.
    -Admiro, sinceramente, ese razonamiento tan maduro, Nathalie. Caray, creo que nunca podré imaginar cómo sería vivir en esa situación tan dura. –Respondió, con gesto preocupado, Emma.
    -Pues con Emma en casa, nunca te faltará comida. Habrá días en los que le pidas que no te dé más. –Dijo Bruno, riéndose de una manera muy graciosa.- Ella fue la que me ha hecho engordar un poco. En mis buenos tiempos, era el chico con el cuerpo más perfecto de todos y, ahora, estoy bien rellenito, aunque eso no importa. Siempre agradeceré aquel día en el que la conocí y entró en mi vida. – Me hizo un guiño, sonriéndole a su mujer y dándole un pequeño beso.
   -¿Y nunca te ha buscado la policía? ¿No llamaron las mujeres del orfanato para buscarte? –Me preguntó Hugo mirándome, lleno de curiosidad.
    -Sí. Cuando pasaron dos días, la policía ya estaba buscándome por el pueblo. No deseaba volver a aquel orfanato así que, cada vez que los veía, me escondía lo mejor posible. Así estuve durante un mes y me dieron por perdida. No sé por qué, pero creo que pensaron que si no encontraban a una niña pequeña durante tantos días, en aquel pequeño pueblo, nunca lo harían. Por suerte, dejaron de buscarme y, aunque continué escondiéndome, estaba un poco más tranquila. –Recordar aquellos momentos, en los que estaba tan asustada, habían hecho que se me hiciera un nudo en la garganta y ellos lo notaron.
    -Lo siento mucho, cariño. Dejemos este tema. Como veo que ya hemos terminado todos de cenar, estos dos hombretones quitarán la mesa mientras yo os preparo las camas para dormir. –Emma cambió de tema y se lo agradecí.

 Todos se levantaron y, aunque no me lo había pedido, fui a ayudarla a colocar las sábanas y mantas en las camas.



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