martes, 11 de febrero de 2014

Capítulo 20: Un magnífico detalle.

 Un rayo de sol atravesó la ventana, avisándome de que un nuevo y diferente día había comenzado. Abrí los ojos lentamente, con temor a que todo esto fuese un sueño pero, por suerte, no lo era. Me levanté y abrí la ventana. El aire puro y fresco me llenó los pulmones, respirándolo profundamente. Hacía un día magnífico. Los pájaros cantaban, los coches, a lo lejos, iban y venían y el sol transmitía un calor acogedor y perfecto. Me quedé así, apoyada en la ventana, unos minutos y, después, anduve por la casa buscando a alguien a quien darle mis buenos días. Por las escaleras, respiré el olor a dulces, café, tostadas y naranjas. En cuanto entré en la cocina, vi todo un manjar colocado en una mesa mediana. Hugo y Bruno me miraron sonrientes, mientras terminaban de preparar la mesa.
    -¡Buenos días a los dos! –Dije con una mezcla de sueño, hambre y alegría.
    -¡Buenos días, preciosa Nathalie! ¿Qué tal has dormido? Espero que bien y también espero que tengas mucha hambre, porque Hugo y yo hemos preparado todo esto para ti, aunque nosotros también te ayudaremos a terminarlo. –Me hizo un guiño y me empecé a reír. Era increíble la cantidad de energía que tenía Bruno por las mañanas. ¡No paraba de hablar! -Hugo se ha encargado de preparar los dulces y yo de la leche y el zumo de naranja.
 Nos sentamos los tres en la mesa de la cocina. Cuando ellos cogieron el primer dulce, yo hice lo mismo. Qué rico y qué buena pinta tenía todo. Empezamos a charlar.
    -¿Emma ya se fue a trabajar a la escuela de música? –Pregunté, ya que no la había visto.
    -Sí -respondió Hugo –, siempre sale muy temprano para organizar y prepararlo todo.
    -Hablando de salir temprano, ¿qué hora es? –Miró su reloj -. Caray, ¡ya son las diez! – Terminó de comer, se levantó de la mesa y empezó a quitar y a colocar las cosas en su sitio, mientras nosotros también terminamos y le ayudamos–. Nathalie, ya me ha dicho Hugo que hoy vais a ir a visitar a Emma. Me parece una idea estupenda. ¡Se llevará una sorpresa magnífica! En media hora salimos y, antes de irme a la panadería, os llevo hasta allí en el coche. ¿Os parece bien?
 Ambos asentimos con un enérgico “sí”. Ellos dos se quedaron en la cocina, mientras yo subí ágilmente las escaleras, para cambiarme de ropa. Entré en mi habitación y cogí la ropa de ayer, sucia y arrugada, como siempre. De pronto, me fijé en un detalle que, al levantarme, no me di cuenta. En la mesita  había un papel escrito, en el que ponía:

 “Querida Nathalie, antes de irme a trabajar, me he escapado un ratito y he ido a comprarte algo de ropa y unos zapatos, espero que no te importe. Con la ropa que llevabas puesta, me fijé en tu talla y en tu número de pie, así que estoy segura de que todo te quedará genial. Abre el armario y, todo lo que hay colgado en las perchas, es tuyo. La ropa de Hugo está colocada en los cajones, no te preocupes. En el zapatero del pasillo de abajo, están tus nuevos zapatos. ¡Espero que te guste lo que te he traído! Un beso, cielo”.  

 Me quedé más que alucinada, no me lo esperaba. Me dirigí rápidamente hacia el armario, que era bastante alto y ancho, y miré lo que había en las perchas. Esta vez, la boca y los ojos se me abrieron más que cuando entré en esta casa. Había seis perchas, seis conjuntos. Cada una tenía un pantalón y un jersey. En tres de ellas había tres chaquetones. Todo tenía un diseño y un tejido precioso. Escogí unos pantalones vaqueros, un jersey rojo y un chaquetón marrón. Me vestí todo lo rápido que pude y bajé a por los zapatos. Vi que Bruno y Hugo me miraban asombrados.
    -¡Qué guapa! –Dijeron ambos a la vez.
    -Muchas gracias. Emma es una mujer maravillosa, me lo ha comprado esta mañana antes de ir a trabajar. ¡Ropa y zapatos! Es alucinante. –Respondí eufórica, mientras abría el cajón del zapatero-. ¡Hay seis pares de zapatos también! –Empecé a dar pequeños saltitos y ellos se rieron. Cogí unas botas marrones y me peiné un poco con los dedos de las manos.
-Pues, señorito y señorita, si ya estáis preparados, podemos ir saliendo. –Dijo Bruno, abriéndonos la cancela de la casa y dejándonos pasar. 

 Hugo llevaba, a cuestas, su apreciada guitarra. Nos montamos en aquel coche tan grande y nos dirigimos, con gran entusiasmo, a la escuela de música de Emma.



2 comentarios:

  1. Hola Alba, siento mucho no haberte escrito con anterioridad, pero entre los exámenes, la universidad y otros lios, me ha sido imposible leer tus nuevos capítulos, desde que los deje en el capítulo diez. Espero que estés bien, y que sigas escribiendo de esa forma tan brillante y enriquecedora. Espero que estés bien y que tus ánimos por escribir estén cada día más en lo alto de la cima. Retomaré los capítulos desde donde los deje. Espero que estés bien, y Ánimo. Sé feliz y mucho ánimo.

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  2. ¡Hola Álvaro! No te preocupes, es comprensible, muchísima gente está como tú, con agobio por tantas tareas que hacer. Yo estoy perfectamente, todo me está yendo a las mil maravillas desde que comencé a escribir. La escritura me ha traído mucha suerte a mis días. Espero poder terminar esta novela y saber tu opinión y la de todos los demás, ya que sois los más importantes de todo esto. Mis ánimos para escribir cada día aumentan, están en un nivel altísimo. Muchas gracias por hacer un esfuerzo y leerlos. Espero que tú también estés bien, mil gracias. Lo seré y también espero que tú también lo seas. ¡Un abrazo!

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