domingo, 11 de mayo de 2014

La fuerza de su amor.

 Él va conduciendo en su coche, feliz, deseando verla. Dentro de veinticinco minutos o menos la tendrá entre sus brazos ya que, por suerte, no hay demasiado tráfico en la carretera. Hace dos días que no se ven y, para ellos, son una eternidad. Pone un CD que contiene la canción preferida de ambos. Esa canción que sonaba cuando se dieron su primer beso, “Love of my life” de Queen.

 Hace dos años se conocieron gracias a unos amigos. Nunca antes habían creído en el amor a primera vista, hasta que sus miradas se cruzaron. En su primera cita, la llevó al sitio más romántico que conocía. Era un restaurante con una pista de baile al fondo. Una banda de música tocaba una canción lenta y él tomó la iniciativa de invitarla a bailar. Ella adoraba dejarse llevar por la música, así que aceptó. En medio de la pista había una pareja anciana y otras dos más jóvenes. Al parecer, ellos dos eran los únicos de veinte años. Con timidez, la cogió de la cintura y ella puso sus manos en los hombros, con delicadeza. La canción “Love of my life” comenzó a sonar. Sus miradas no podían apartarse, sus sonrisas iluminaban hasta la noche más oscura y sus rostros estaban cada vez más cerca. El mundo desapareció y sólo quedaron ellos dos, la música y un beso. Un beso que les hizo sentirse infinitos. Un beso que les hizo saber que estaban hechos el uno para el otro. Un beso que les hizo creer en el amor a primera vista. Sintieron, supieron y creyeron.

 Ella está en su casa, esperándole ansiosamente. Se ha puesto más guapa que nunca. El maquillaje que ha usado es de un tono natural, como a él le gusta. Una base, un poco de colorete, una fina raya de ojos, rímel y un tono de labios clarito. Se ha ondulado el cabello, largo y negro. Sus ojos azules se miran en el espejo, confirmando que todo lo que ven esté correcto y le guste. Ya no sabe qué hacer durante la espera. Se sienta en el sillón. En ese momento recuerda una frase que leyó en un libro: “Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde, comenzaré a ser feliz desde las tres.” Cuando lo conoció, entendió aquella frase. Coge el móvil, pone música y espera.

 Se encuentra en una carretera de cuatro cruces. Mientras espera en un semáforo en rojo, que sabe que dura bastante, coge su móvil. “Ya sólo quedan diez minutos, reina”, escribe. Ella, al segundo, responde con montones de “te quiero”, acompañados con iconos de felicidad, besos y corazones. Él sonríe ampliamente, mientras deja el móvil en el asiento de al lado, y se prepara hasta que el semáforo se pone en verde. Cuando este cambia de color cruza y, sin esperarlo, un conductor borracho se le echa encima sin tener tiempo para esquivarlo.

 En ese mismo instante, la chica siente algo en su corazón. Un “pum”. Algo le desconcierta, sin saber qué. “¿Cuánto te queda, amor? Ya ha pasado más de diez minutos”. “¿Hay mucho tráfico?”. “Ven ya, te echo de menos. Te quiero”. Ningún mensaje respondido. Muy raro, siempre le responde pronto. Cada vez se impacienta más. Empieza a dar vueltas por la casa, recorriendo cada rincón. Le llama. Comunica. Tras cinco minutos, vuelve a llamarle. Ahora da la llamada y se alegra. Suena “ring, ring, ring…”. Nadie responde al otro lado del teléfono. Pasa una hora. Llama, llora y desespera. Ve ambulancias pasar por delante de su casa. Sus ojos se abren de par en par y sale de su casa todo lo rápido que sus piernas le permiten. “Que no sea él, que no sea él, por favor”, se repite. Cuando llega al lugar donde se encuentran las ambulancias, cerca de su casa, lo ve. Ve un coche empotrado en uno de los lados de otro coche. Su coche. Aquel en el que pasaron tantos momentos maravillosos, viendo paisajes, estrellas y entregándose al amor. Ese coche, destrozado. No puede verle, ya que los médicos le rodean, actuando de manera rápida. Siente que se ahoga, que no puede respirar. Siente que su corazón se ha roto, que ha desaparecido la parte más importante, él. Cuando se acerca más a la escena, pasando a través de las personas, lo ve en una camilla. Aunque los médicos le impiden el paso, la furia puede con ella y logra esquivarlos hasta ponerse a su lado. Las lágrimas salen de ella como si de una catarata se tratara. Tiene heridas, sangre, moratones. Ya no volverá a ver aquellos ojos verdes abrirse. Aquellos que la conquistaron. Cuando se apoya en su pecho, siente una leve respiración. La chica se aparta, sin saber si se lo ha imaginado. Él abre los ojos con dificultad y, las únicas palabras que salen de su boca son “qué guapa estás”. Ella, sabiendo que tiene el rímel por toda la cara y los ojos hinchados, se echa a reír y le responde “tú también estás precioso, amor”. Ambos sonríen y se dicen “te quiero” al unísono.

Al fin, sus corazones vuelven a estar completos, unidos. La fuerza de su amor le ha hecho despertar. Le prometió que nunca la dejaría sola.


7 comentarios:

  1. Me imaginaba que habría un accidente al leer que él conducía y que escribía por el móvil... me sorprendió lo del borracho.

    Al leerte se siente todo el amor que hay allí. Te lleva a la escena y a imaginarte todo. Me ha encantado y más al tener un final feliz :)

    Un saludo!

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    1. Muchísimas gracias por comentar. A veces, simples palabras pueden alegrarte el día.
      Sorprender al lector es lo que más me gusta e intento. Me alegra que hayas vivido y sentido esta historia a través de una pantalla.
      ¡Saludos!

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  2. esta fue la primera historia que lei de ti no la olvido aun es muy buena

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    1. Muchísimas gracias por leerla. Hay 99 historias más en este blog, así que tienes hasta para aburrirte ;) Me alegra mucho que te haya gustado. ¡Gracias por comentar! Saludos

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  3. Una y mil gracias por haberme nominado, Carmen. Lo mejor de estas cosas es que se conocen otros blogs, otros mundos y son compartidos y descubiertos.
    Enhorabuena por tu nominación.
    ¡Saludos y gracias!

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  4. Melodramatica . . . j j mmmm, pero me capturó

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