miércoles, 11 de enero de 2017

Un misterio lleno de luz.

Cada puesta de sol tenía sus melodías de fondo, sonando en las orillas del río Sena. Una sonriente parisina de cabello blanco tocaba siempre su preciado violín, aquel que tantos años la acompañó en los mejores momentos de su larga vida. Lo que más llamaba la atención de los transeúntes era no encontrar nunca el estuche del violín para poder dejarle dinero. Solamente la encontraban a ella sintiendo su música, mirando hacia la Torre Eiffel, enamorada de vivir un día más. Llevaba tanto tiempo en ese lugar que su presencia era ya querida por todos, algunos se sentaban a admirarla y otros, a los que les faltaban horas en su día a día, andaban un poco más despacio para escucharla y revivir aquellos momentos de paz que alguna vez tuvieron. Nadie había conseguido saber nada sobre su pasado, los motivos que le hacían estar allí cada atardecer, su historia. Simplemente, a su hora, se despedía con una enorme sonrisa agradeciendo la presencia de los que la rodeaban y se marchaba.
Ella era un misterio lleno de luz donde lo importante no era descubrir la respuesta, sino dejarse llevar por la magia que sus cuerdas creaban.

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