Querida mamá:
Es el peor día de mi vida. ¿Por
qué te has tenido que ir tú y no yo? Es injusto. Me duele tanto recordar
aquel día...
Íbamos tú y yo en nuestro pequeño
coche por una carretera, cantando nuestra canción favorita. Éramos
felices, el presente nos sonreía. En un cruce, en el que nos tenían
que ceder el paso, vimos cómo un coche se acercaba rápidamente hacia
nosotras. Lo teníamos casi encima y no pudimos hacer nada para esquivarlo,
no nos dio tiempo. Aquel maldito coche chocó en tu lado, arrebatándote la
vida. Todo pasó muy rápido. Unos segundos antes del accidente, me
protegiste con tu cuerpo y yo, con los ojos llenos de lágrimas, escuché
tus últimas palabras: "Te quiero, hija". Moriste en el acto. Mis
ojos se fueron cerrando lentamente.
Hoy los he abierto y me
encuentro en un hospital. Me duele la cabeza, tengo una pierna rota y
algunos morados, con aspecto grave, en el rostro. Nada de eso me
importa, porque mi verdadero dolor no lo puede detectar ningún médico, ya
que es interno. Es un sentimiento, el de tu pérdida. Es el sentimiento más
horrible que jamás pensé sentir.
Mamá, te echo de menos, no
quiero ni puedo vivir sin ti. Me siento muy sola. ¿Qué hago ahora, si no
hay persona en el mundo capaz de sustituirte? Sacrificaste tu vida por mi,
en un abrir y cerrar de ojos, pero por desgracia tú no conseguiste abrirlos de
nuevo.
Me has enseñado tantísimas cosas
en esta vida, que de pequeña creía que eras una súper heroína, salvando al
mundo con pequeños pero, a la vez, enormes gestos de bondad, nobleza y
solidaridad. Contigo aprendí los secretos para sobrevivir y ser feliz en esta dura
realidad. Con esfuerzo, sudor y lágrimas escalamos juntas la montaña de
la felicidad. Aún no había ninguna bandera hincada de alguien que hubiera
conseguido llegar hasta la cima pero, mamá, nosotras sí lo conseguimos. Me
mantuviste allá arriba todos los años de mi vida y ahora he bajado, en un
segundo, al más profundo subsuelo de la tristeza. También me enseñaste que
la felicidad no me la va a regalar nadie, sino que siempre está en mi
interior y debo luchar por lo que quiero para encontrarla. ¿Contra quién o
qué tengo que luchar para encontrarte a ti y volver a ser feliz?
Es tan inmenso el amor que
siento por ti, que ni un millón de cartas serían suficientes, pero
empezaré por esta. Cada día te enviaré una a través de un globo rojo, tu
color preferido, el del amor. Te iré informando sobre mis sentimientos,
mis estados de ánimo, mis progresos, mi primer novio, mi primer empleo,
mis amigos, mis penas y mis alegrías, mi boda, mi marido, mis hijos
y mis nietos.
Gracias por haber sido mi maestra de
la vida, la psicóloga que me ha hecho ser quien soy, por ser la cocinera
más buena del mundo, la mujer más trabajadora que he conocido nunca y todo
por mí, para darme la mejor vida posible. Muchas gracias por ser mi mejor
amiga, mi hermana y mi confidente pero, sobre todo, debo darte las
gracias por ser mi madre. Si los profesores me preguntan qué quiero ser de
mayor, les diré que quiero ser como tú.
Te quiere y nunca te olvidará,
tu niña pequeña de quince años.
PD: La gente verá el cielo lleno
de globos rojos, pero sólo tú y yo sabremos la razón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario